Sergio Daniel Gómez, conocido cariñosamente como «Chiquito», es una figura destacada en Argentina por ser el hombre más alto del país, con una estatura de 2,26 metros. A sus 39 años, su vida ha estado marcada por desafíos únicos derivados de su condición de gigantismo, una enfermedad causada por un tumor en la hipófisis que genera un exceso de hormonas de crecimiento. Esta nota profundiza en su historia, desde su infancia hasta su situación actual, ofreciendo un panorama completo para los lectores interesados en su trayectoria.
Infancia y Orígenes
Nacido el 21 de enero de 1986 en Candelaria, Misión, Sergio creció en el barrio Evita, cerca de Posadas. Es el menor de dos hermanos, criado por su padre, Carlos, un empleado municipal, y su hermano mayor, tras la muerte de su madre cuando tenía seis meses. Desde pequeño, su altura llamó la atención: a los 12 años ya medía 1,95 metros, y a los 16 alcanzó los 2,13 metros, según reportes de MisiónOnline. Su crecimiento continuo lo convirtió en una figura local, jugando brevemente al básquet en el Club Tokio, donde conoció a Ernesto “Finito” Gehrmann, a quien describe como «un excelente tipo».
Desafíos del Gigantismo
El gigantismo no solo le dio una estatura excepcional, sino también numerosos desafíos. Necesita ropa y calzado especiales, con un talle 55 de zapato, difícil de encontrar en Argentina, donde el máximo local es 45-47, según Primera Edición. Esto lo obliga a importar calzado de mayor talle, añadiendo costos a su vida. Además, actividades cotidianas como bañarse o dormir son complicadas: las camas estándar no le alcanzan, y actualmente duerme en el piso en la casa de su padre, aunque un vecino está construyendo una «cama XL».
Vida en Buenos Aires y Reconocimiento Nacional
A los 18 años, Sergio se mudó a Buenos Aires en busca de oportunidades, instalándose primero en Once y luego en la Villa 31. Trabajó como seguridad en edificios del Microcentro, cobrador en cocheras y hasta vendió fotos con turistas en el Obelisco, según Infobae. En 2013, conoció a Blanca Pereira, su pareja durante más de 16 años, quien lo apoyó en su vida en la capital. Juntos, enfrentaron las dificultades, y Blanca, de 1,60 metros, se convirtió en su pilar, cosiendo ropa a medida para él.
Su momento de mayor visibilidad llegó en 2019, cuando participó en ¿Quién quiere ser millonario? con Blanca, ganando 500,000 pesos para costear cinco dosis de su medicación, fabricada en Francia. Este episodio, viralizado tras una publicación de Blanca pidiendo ayuda, conmovió al país y destacó su lucha contra el gigantismo, diagnosticado formalmente ese año tras varias convulsiones.
Diagnóstico y Salud Actual
El diagnóstico de 2019 reveló un tumor cerebral inoperable, y desde entonces, Sergio depende de inyecciones mensuales que superan los 100,000 pesos, un gasto insostenible sin ingresos estables. Sus descompensaciones, antes cada tres meses, ahora son más frecuentes, y su salud se deteriora, con dolores crónicos en la cintura y las piernas. Según Primera Edición, necesita cirugía urgente y un chequeo completo, por lo que se reunió con el director del Hospital Madariaga para gestionar su tratamiento.
Retorno a Candelaria y Situación Actual
Recientemente, tras separarse de Blanca, Sergio regresó a Candelaria para estar cerca de su padre, quien también necesita cuidados. Este retorno, concurrente con su separación, refleja su deseo de estabilidad, expresando: «Vine a quedarme, quiero morir aquí». Vive en la casa paterna en el barrio 13 de Julio, sin empleo ni pensión (perdida tras trabajar formalmente en seguridad), y enfrenta una situación económica crítica. Para sobrevivir, organiza ventas de comida: este domingo 23 de febrero, venderá pollo con mandioca por 10,500 pesos frente a la casa de su padre (calle Salomón A. Miel, cerca de los Bomberos Voluntarios), según Primera Edición. Busca un terreno para construir su propia casa y un trabajo que le permita cubrir sus gastos y tratamientos.
Inspiración y Resiliencia
A pesar de todo, Sergio se inspira en figuras como Gigante González (2,31 metros, vivió hasta los 44), y mantiene una actitud positiva: «Siempre le doy gracias a Dios por un día más de vida». Su historia, marcada por la lucha y la solidaridad, sigue resonando en la comunidad, que lo reconoce como «el obelisco» y lo aborda para fotos, mostrando su accesibilidad y carisma.
