En 2014 se produjo una crisis en Ucrania que derivó en el colapso del gobierno de ese país, encabezado por el entonces presidente Víktor Yanukóvich, producto de las protestas del Euromaidán o Revolución de la Dignidad.
Importantes manifestaciones populares de carácter europeísta y nacionalista que se habían iniciado en noviembre del año anterior en Kiev terminaron con el mandato del presidente prorruso y el colapso de su gobierno. Todo comenzó cuando aquel gobierno suspendió la asociación de Ucrania con la Unión Europea (UE).
Motorizadas por grupos y partidos de extrema derecha y las iglesias ucranianas, las protestas se sucedieron durante los primeros meses de 2014, así como los enfrentamientos entre facciones disidentes: ultranacionalistas favorables a la UE y prorrusos que, por el contrario, eran favorables a estrechar lazos con Rusia.
En ese marco, en enero de ese año el papa Francisco rezó el Ángelus en la Plaza de San Pedro, en el Vaticano, pidiendo por la paz en Ucrania, invocando a un «diálogo constructivo entre las instituciones y la sociedad civil» para evitar «cualquier recurso a acciones violentas».
Aquel día, sin embargo, las señales no fueron nada halagüeñas.
Al término del rezo, chicos que acompañaban a Francisco soltaron dos palomas como símbolos de la paz; pero apenas emprendió el vuelo, una de ellas fue ata atacada simultáneamente por una gaviota y un cuervo.
Una premonición, tal vez una prefiguración de lo que pasaría ocho años más tarde. Un símbolo inequívoco de que a Ucrania y a los ucranianos les costó y les cuesta alcanzar la anhelada paz.