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Pastor condenado a 18 años de cárcel por violar a adolescentes a su cargo

“Nos hacía cerrar los ojos para rezar y aprovechaba para manosearnos”

La primera denuncia contra el acusado fue radicada en 2014 por una adolescente de 16 años. Fotos: Alexander Wereszczuk

Los detalles relatados por las víctimas son aberrantes, coincidentes y categóricos. Baldomiro Runge (56) aprovechó su condición de pastor para abusar sexualmente de varias menores, las cuales además estaban bajo su cuidado en el hogar que dirigía en la localidad de San Vicente. 

En consecuencia, ayer fue condenado a 18 años de cárcel por los delitos de abuso sexual con acceso carnal y abuso sexual simple reiterado, agravado por haber sido cometido por un ministro de un culto y encargado de la guarda, y amenazas.

La primera denuncia contra el religioso fue radicada en 2004 por una menor que entonces tenía 16 años, aunque los abusos se produjeron cuando tenía 13.

En la instrucción, la víctima -identificada como M. C., hoy de 34 años- relató que Runge la sometió en su propia casa, aprovechando que su esposa se hallaba enferma. 

Los hechos se registraron cuando el pastor estaba al frente del Hogar Esperanza, adonde M. C. ingresó con apenas 2 años. Tras la denuncia original, otras dos jóvenes denunciaron a Runge.

En tanto, en el juicio oral que se realizó en el Tribunal Penal Uno de Oberá declaró una mujer que llegó como testigo y en su relato quedó plasmado que también fue víctima del pastor.

El Tribunal estuvo presidido por el magistrado Francisco Aguirre (centro).

Envuelta en llanto, calificó su paso por el hogar como “un infierno” del que nunca pudo salir, a pesar de contar con asistencia profesional.

Declaró que los abusos empezaron cuando tenía 9 años y se prolongaron en el tiempo. Por ello, apenas pudo buscó una pareja y se alejó del hogar, pero Runge la seguía amenazando, modus operandi detallado por otras víctimas.

A su turno, la fiscal Estela Salguero solicitó la pena de 18 años, lo que luego fue ratificado por el Tribunal integrado por Francisco Aguirre, Miguel Orlando Moreira y Jorge Villalba.

Abusos y amenazas

Si bien la denuncia que disparó la causa se registró hace 18 años, el proceso se dilató por la rebeldía de Runge, quien permaneció prófugo durante varios años.

En su alegato, la fiscal precisó que M. C. llegó al hogar cuando tenía 2 años. Por un tiempo su mamá la visitaba, pero en un momento dado dejó de hacerlo y la pequeña quedó totalmente carente de familia. Nadie velaba por ella, salvo los encargados del hogar, es decir Runge y su esposa.

“Cuando tenía 13 años, una noche la víctima fue a la casa de Runge -que estaba al lado del hogar- para cuidar a las hijas del matrimonio porque la esposa estaba enferma. ‘Fui a dormir y dejé la puerta sin llave. No desconfiaba, porque yo a ellos les decía papi y mami’, declaró la víctima, y detalló cómo le sacó la ropa, se subió sobre ella y la accedió carnalmente”, expresó Salguero.

Subrayó que la víctima no tenía nadie a quien contarle lo sucedido, pero además el pastor la amenazaba: “Me decía que me iba a romper la cara a piñas”, declaró oportunamente.

Sin familia y desbordada por la violencia ejercida por quien tenía la obligación de protegerla, la única válvula de escape para M. C. fue contarles a sus amigas más cercanas del hogar, de las cuales dos le dijeron que a ellas también el pastor las manoseaba.

“Nos tocaba por debajo de las polleras, nos besaba y manoseaba los pechos en cualquier lugar. Y más cuando orábamos, porque cerrábamos los ojos. Nos hacía cerrar los ojos para rezar y aprovechaba para manosearnos”, aseguró. 

En tanto, la fiscal mencionó que C. V. y G. C. (otras dos víctimas) “declararon en forma coherente y coincidente con M. C. Sus testimonios se encuentran en el expediente y fue lo que dio origen a la causa”.

El infierno

La única opción para escapar del infierno que encontró M. C. fue irse con una pareja, cuando apenas tenía 16 años.

“Fue como que le hice un favor”, declaró ayer el hombre, quien fue citado como testigo, reconociendo que no los unía el amor sino que fue un medio para que la chica pueda salir del hogar.

“En una ocasión el muchacho notó que una camioneta interceptó a su pareja, cuando le preguntó qué pasaba ella le contó llorando lo que le había sucedido en el hogar y él le dijo que debía denunciar”, explicó la fiscal Salguero.

Incluso, el testigo contó que la familia de Runge llegó a ofrecerle una camioneta para que le convenza la chica a levantar la denuncia.

Pero el momento más fuerte de la jornada fue el testimonio de otra mujer que se presentó como testigo y resultó ser una víctima.

“Escuchamos y vimos en el estado en que declaró. Lloraba y temblaba por el miedo que le tiene al acusado, quien la violó a los 9 años. Dijo: ‘Tengo mucho miedo. Lo que vivimos fue un infierno que nunca conté por las amenazas’. Y es lógico, porque ella llegó al hogar con tres hermanos y temía por lo que les podría pasar”, remarcó la fiscal.

Y agregó: “Cómo no va ser de esa forma si luego del abuso venían las amenazas. Dijo que no puede salir de ese infierno, que ni psicólogos ni psiquiatras pudieron sacarla del estado en el que está”.

Antes de solicitar 18 años de cárcel, Salguero opinó que “nadie que no haya vivido eso puede contar los detalles que contaron las víctimas”.

“Runge se aprovechó del estado de vulnerabilidad de las víctimas, que estaban solas y sin familia, sin otro lugar donde vivir, donde comer. No tenían donde escapar. Tengan en cuenta la conducta de Runge: las amenazas y la posterior fuga. Era pastor de una iglesia, lo que agrava su conducta. Tiene que pagar por lo que hizo”. 

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