Quemaduras, rebencazos, duchas de agua fría, patadas, cinturonazos, ahogamientos en un inodoro y violaciones fueron algunas de las torturas relatadas este lunes durante los alegatos de cierre del juicio que se le sigue en la ciudad de Mar del Plata a los integrantes de una secta, acusados de reducir a la servidumbre y explotar sexual y laboralmente a más de 30 personas.
A lo largo de más de tres horas, la fiscalía ante el Tribunal Oral Federal en lo Criminal 1 de la localidad balnearia expuso los fundamentos y los detalles de su acusación, tras casi cinco meses de audiencias en las que declararon decenas de testigos.
La lectura corrió por cuenta del ayudante fiscal Carlos Fioritti, quien avanzó con la primera parte del alegato del Ministerio Público Fiscal, referida a los delitos de «trata de personas, reducción a la servidumbre con fines de explotación laboral, sexual y económica» por los que están imputados Silvia Cristina Capossiello, Sinecio de Jesús Coronado Acurero y Luis Antonio Fanesi.
Capossiello -pareja de Eduardo Nicosia, líder fallecido de la organización-, Coronado Acurero y Fanesi están acusados de formar parte de una organización que actuaba desde el Hotel City, en pleno centro marplatense, y que se valía «de un proceso de coerción psicológica y aislamiento de las víctimas, típico de las organizaciones sectarias, a partir de la manipulación psicológica que se les imponía».
La audiencia fue seguida de manera presencial por el juez Roberto Falcone, mientras que los magistrados Fernando Machado Pelloni y Nicolás Toselli lo hicieron de manera remota, al igual que Fabián Celiz, quien reemplaza al fiscal ante el tribunal Juan Manuel Pettigiani.
De acuerdo a la fiscalía, la secta fue «una organización criminal porque su estructura fue utilizada por los imputados para cometer delitos», tanto en Venezuela como en Argentina, desde principios de la década de 1970, hasta su desarticulación, en julio de 2018.
Según se indicó en la audiencia, captaba a «gente interesada en lo espiritual», para «luego explotarlas sexual y laboralmente», pedirles «la entrega de bienes y dinero» y someterlas a «un proceso de despersonalización» que les impedía tomar decisiones propias.
Entre los testimonios descriptos por la Fiscalía se destacaron los de los hijos que el líder de la secta tuvo con algunas de las integrantes y con Capossiello, quienes fueron «criados en cautiverio» y fueron «adiestrados» para ocultar «la situación de servidumbre» en la que crecieron.
Silvia Cristina Capossiello, Sinecio de Jesús Coronado Acurero y Luis Antonio Fanesi están imputados por «trata de personas, reducción a la servidumbre con fines de explotación laboral, sexual y económica».
Tal como detalló Fioritti en el alegato, una de las víctimas relató que vivió «siempre encerrada», que era obligada a «trabajar extensas jornadas» y que sufrió «castigos y palizas» durante 46 años, hasta que logró escapar en 2017, por temor a que abusaran sexualmente de su hija, tal como había ocurrido con ella.
Según relevó la fiscalía, las víctimas declararon que eran «entrenados como perros«, que comían «pomada de zapatos con sacarina» o «comida balanceada para conejos», por el hambre que sufrieron en ocasiones, y que eran golpeadas con un rebenque para caballos.
Recordó, además, que otro de los hijos del líder relató en el juicio que fue colgado de una ventana con una soga por el tobillo cuando era un niño, como castigo, y que para ir al baño debían pasar cerca de un puma que su padre había comprado para que lo defienda, cuando la secta funcionaba en una quinta en el partido bonaerense de Moreno.
En la lectura de la acusación, se enumeraron relatos de una víctima que aseguró haber sido «ahogado con la cabeza dentro del inodoro», otra que dijo que lo «arrojaban por la escalera» a los 3 años, y que les aplicaban «pinzas de acupuntura» en los dientes y electricidad en los genitales.
Además, «les decían que el dolor no existía, que era una ilusión», que «para el afuera, todo lo que sucedía en la secta debía parecer normal», que el líder era «un gurú espiritual», un «ser evolucionado» e incluso la «reencarnación de Jesucristo», y por ese motivo las palizas eran «una bendición».
Para la Fiscalía, la participación criminal de los tres acusados «quedó probada», y el próximo lunes continuará el alegato respecto de los delitos de adulteración de identidad de menores de 10 años, resistencia a la autoridad, acopio de armas de fuego y abuso sexual.
Luego será el turno de la querella, y se espera que el lunes 25 presente su alegato de cierre la defensa de los imputados, quienes cumplen prisión preventiva en unidades del Servicio Penitenciario Federal.
Un cuarto acusado al iniciarse el juicio, el psicólogo Fernando Ezequiel Velázquez, falleció semanas atrás, mientras cumplía prisión preventiva.