La obesidad aumentó drásticamente durante los últimos 30 años y es, actualmente, una prioridad de salud pública mundial. Se estima que afecta al 13% de la población adulta en todo el mundo, involucrando a más de 650 millones de personas. A nivel mundial, la obesidad es uno de los mayores contribuyentes a la mala salud, con costos anuales estimados en $2 billones de dólares, equivalentes al 2.8% del producto interno bruto (PBI) mundial.
En Argentina, los datos publicados en la Cuarta Encuesta Nacional de Factores de Riesgo (2019) muestran una prevalencia de obesidad del 25,3%, resultando en un incremento del 73,3% respecto del 2005.
La licenciada María Laura Oliva, especialista en Nutrición Clínica y profesora de la Licenciatura en Nutrición de la Facultad de Ciencias Biomédicas de la Universidad Austral, reflexiona sobre lo que sucede con esta enfermedad en nuestro país y explica que “dado que la obesidad se entiende como una enfermedad médica crónica y no simplemente como una consecuencia de malas elecciones de comportamiento de salud, el manejo de esta asume muchos de los principios del manejo de enfermedades crónicas. Por ejemplo, al igual que con otras afecciones crónicas, los resultados que se desean están determinados, principalmente, no por lo que hace el profesional de salud dentro de la visita, sino por las elecciones de comportamiento que el individuo toma fuera de la consulta y dentro del contexto de sus vidas”.
“Es necesario reconocer, con intervenciones psicológicas y conductuales, que los resultados dependen de lo que el paciente sea capaz de hacer (adherencia conductual) y no de lo que haga o diga el profesional tratante“, reitera Oliva.
Al respecto de las estrategias de salud pública, la profesora de la Universidad Austral considera que se centran en la obesidad como “un problema de alimentación poco saludable e inactividad física, e ignoran los factores biológicos, genéticos, ambientales y sociales que contribuyen a la obesidad”.
“Así se puede contribuir a la simplificación excesiva de la enfermedad y a la falta de comprensión pública de la enfermedad“, detalla Oliva y agrega: “Lo que puede conducir a narrativas sociales inexactas de que la obesidad es una elección y que solo las personas con obesidad pueden abordar su propia obesidad. Esta falta de comprensión, a su vez, puede llevar a que las personas experimenten prejuicios y estigmas relacionados con el peso“.
En este sentido, la especialista en Nutrición Clínica sostiene que es necesario modificar la narrativa de la salud pública para alinearla con la comprensión científica y clínica actual de la obesidad como enfermedad crónica y desarrollar estrategias integrales de abordaje.
Así, indica que como estrategias individuales las personas con obesidad “merecen recibir atención basada en evidencia que se contextualice a sus propias realidades y experiencias. Los profesionales de la salud debemos apoyar a los pacientes donde están, escuchar sus preocupaciones y encontrar formas de ayudarlos en su propio camino hacia la salud”.
“La compleja etiología de la obesidad ha contribuido a un sesgo y un estigma generalizados en el sistema sanitario y en la sociedad en su conjunto, y ha obstaculizado el progreso en el manejo de la obesidad como enfermedad crónica. Se requiere una movilización urgente de conocimientos y recursos y un esfuerzo colectivo para reducir el impacto significativo y de gran alcance de la obesidad, una enfermedad potencialmente mortal, en la población argentina”, concluye la licenciada Oliva.