El querido y popular actor Carlos Andrés Calvo murió este viernes, a los 67 años. Así lo informó su gran amigo Javier Faroni, con un conmovedor mensaje en Twitter. “Fuiste todo lo importante en mi vida… Me enseñaste de chico a ser quien soy. Nunca pensé que este momento llegaría pero fui feliz teniéndote a mi lado amigo. ¡Te amo con todo mi alma! Descansa en paz, Caaaarlloossss”, escribió el productor.
Carlín había sido internado el sábado 23 de noviembre por una infección generalizada que habría sido producida por la mala colocación de una sonda vesical. Su salud se encontraba delicada después de sufrir un accidente cerebro vascular (ACV) en 1999 y otro en 2010.
Calvo, Carlín para todos, nació el 21 de febrero de 1953 y creció en la localidad bonaerense de San Antonio de Padua. En esas calles fue construyendo una personalidad tan fuerte como seductora, mezcla de barrio y astucia. En cuarto grado en la escuela preparaban la obra La Cenicienta, y cuando hubo que elegir al príncipe las maestras no dudaron en quién era el indicado. Pero Carlín no solo se hacía notar en los actos, también en la vida escolar. Simpático pero indomable, lo expulsaron de siete colegios secundarios.
A los 17 decidió incursionar en el escenario más que por vocación para realizar algo que le salía de forma natural: vincularse con el sexo femenino. Sin embargo, algunos papeles mínimos en programas de Canal 7 y 9 le hicieron descubrir que el mundo del espectáculo era lo suyo. Comenzó a estudiar en el Conservatorio Nacional de Arte Dramático y tomó clases con reconocidos maestros como Augusto Fernández, Lito Cruz, Elsa Berenguer y Agustín Alezzo. En esa época además militaba en la Juventud Comunista. «Íbamos a las peñas, me bancaba cada cosa para tratar de enganchar minas… Hasta que me cansé de tantas empanadas y zambas, y dejé mi carrera política para correr mujeres en otros ámbitos más divertidos…”, recordaba.
En 1974 formó parte del elenco de La lección de Anatomía. Fue la primera de las muchas obras teatrales en las que participó desde las consideradas “serias” como Equus, Fray Mocho, Al fin al cabo es mi vida y otras más populares como Días de fiesta. Con Ricardo Darín compartió escenario en Extraña pareja. “Para mí aquel trabajo significó pensar que una comedia se podía hacer en serio y bien. Hasta ese momento, con hacerse el gracioso estaba. Cuando comenzamos con Ricardo teníamos mucho miedo. Luego nos dimos cuenta de que la gente se reía y esa respuesta fue maravillosa”.
La dupla arrasaba en boleterías, las mujeres deliraban por ellos. Después de Extraña pareja protagonizaron Taxi y otra vez colgaron el cartelito de “no hay más localidades”. Susana Giménez le ofreció protagonizar Sugar, pero a una semana del estreno fue separado del elenco y su lugar lo tomó Arturo Puig. La amistad entre Darín y Calvo se rompió para siempre. Nunca se supo bien qué pasó entre ellos. Problemas de egos, malentendidos, cruces verbales, vaya a saber. Años después el periodista Luis Ventura lanzó una versión que no parece descabellada acerca del origen de la discusión: Calvo habría intentado seducir a Susana, en ese momento pareja de Darín.
En cine trabajó en ¿Qué es el otoño?, Los hijos de López y Ritmo amor y primavera. Pero sin dudas su personaje más audaz fue en Adiós, Roberto. En ella un hermoso y joven Carlos Calvo se descubre gay a medida que conoce a Víctor Laplace. La película se estrenó en 1983, tiempos donde el matrimonio igualitario lejos de ser un derecho era un tema tabú.
En televisión la gran oportunidad le llegó con el Cholo Minelli, su inolvidable personaje en El Rafa. En la novela era el hijo de Alberto de Mendoza y formaban un triángulo amoroso con Alicia Bruzzo. Pero si la oportunidad se la brindó el Cholo la gloria la alcanzó en 1990 cuando junto a Pablo Rago interpretó a Carlín Cantoni en Amigos son los amigos, por Telefe. El programa llegó a medir 50 puntos de rating e inmortalizó frases como “Vos fumá”; “Es una lucha”; “Qué hacés, péndex” o “el macho del pirulín”.
En paralelo su vida amorosa era parecida a su vida actoral: exitosa y variada. Simpático, entrador, gracioso, mezcla de chanta y caballero, con una pinta innata, la seducción más que un arte era su condición. Todavía se recuerda el romance que tuvo con Luisina Brando. Se enamoraron cuando grababan la telenovela Juan sin nombre. El noviazgo trajo escándalo porque ella le llevaba diez años. Estuvieron juntos seis años con peleas y reconciliaciones que las revistas publicaban y la gente seguía con pasión. Otros amores conocidos y admitidos los mantuvo con Marisa Mondino y Patricia Etchegoyen. Con Julieta Ratto, una estudiante de Ciencias Económicas de 22 años, llegó a anunciar su casamiento y con Carolina Gerding, de 18, convivió en una casona de San Isidro. Además se lo vinculó con Lara Zimmerman, Cecilia De Bucourt, Adriana Salgueiro y Julieta Ortega.
Las anécdotas de este “don Juan de las pampas” son desopilantes, como aquella vez que visitó a una novia a la que hacía tiempo no llamaba y recibió su reproche. Rápido de reflejos, le aseguró que su madre había tenido una recaída de una vieja hepatitis y que tuvo cuidarla. La joven le retrucó: acabo de hablar con ella por teléfono y no me dijo nada. Sin inmutarse él respondió: “¡Uy! ¡¿Se curó!?”
En una oportunidad dejó a una novia en su departamento. A la noche volvió con otra mujer sin recordar a la anterior pero al abrir la puerta una voz le dice: “¡Llegaste, mi amor!” Entonces le dice a la otra: “Si te digo que es mi prima, no me creés, ¿no?”. Otra vez tuvo que maullar como un gato para que no lo atrapara un novio enfurecido. “El tipo era enfermero y tenía guardia toda la noche, de repente tocaron el portero eléctrico y era él. Así que me escapé por la puerta de servicio pero cuando estaba por salir, mientras el novio entraba, hice un poco de ruido. El tipo preguntó ‘¿quién anda ahí?’ Y tuve que maullar para despistarlo. Jamás imité tan bien a un gato”.
En 1998 se enamoró de Carina Galucci, una hermosa psicóloga y actriz con la que comenzó una relación estable. Parecía que se retiraba a disfrutar de una vida más tranquila pero unos días antes de terminar el año, cuatro hombres con escopetas lo asaltaron cerca de su quinta en Ituzaingó y lo tomaron de rehén. Al reconocerlo lo liberaron luego de robarle plata, el reloj y el piloto que llevaba puesto. Fue el comienzo de una serie de hechos que transformarían su vida soñada en casi una pesadilla. En enero, Carlín conducía por la autopista del Buen Ayre, junto a su mujer embarazada de siete meses, llovía y el asfalto estaba mojado. En un momento perdió el control del auto y chocó contra un guardarail. El impacto le provocó un sangrado en el cerebro que le trajo constantes cefaleas y lo obligó a controles médico periódicos.
Sin embargo faltaban más penas. El actor se preparaba para protagonizar la miniserie Drácula por América. Buscaba darle una vuelta a su carrera con un papel lejos del actor de comedia. Pero en medio de las grabaciones sufrió un ACV, estuvo once días internado y perdió parte de la movilidad de su cuerpo. Para rehabilitarse viajó a Cuba donde realizó intensos tratamientos para recuperarse y volver a actuar. El nacimiento de Facundo, su primogénito, fue el mayor aliciente para no rendirse.
Con el nuevo siglo parecía que todo mejoraría. En el 2006 nació Abril, su segunda hija. Regresó al teatro con El prisionero de la segunda avenida, dirigido por Norma Aleandro y con Soledad Silveyra, después hizo Casi un ángel. Cuando estrenó Money Money apenas pisó el escenario el público lo ovacionó durante ocho minutos, un remedio mucho más fuerte que cualquier analgésico farmacológico. Volvió a la televisión en El Hacker y Costumbres argentinas y filmó la película Comodines con Adrián Suar.
Pero en 2010, luego de casi una década juntos, se separó de su mujer, meses después un nuevo golpazo de la vida lo dejaría contra las cuerdas. Se preparaba para estrenar la obra Taxi en Mar del Plata pero unos instantes antes de salir a escena sufrió un nuevo ACV. Si el primero fue terrible el segundo fue peor porque afectó su parte cognitiva. Carina Galucci contó las consecuencias: «Perdió la capacidad de leer y escribir. Solamente firma y escribe su nombre. No tiene la memoria inmediata y confunde palabras, pero comprende perfectamente todo lo que se le dice. Lo mejor es que no tome conciencia de esta situación, goza de la vida de otra manera”.
Para recuperarse se instaló en un departamento en el barrio de Belgrano con la asistencia de tres enfermeras las 24 horas. Su ex mujer y sus hijos lo acompañaban y visitaban todos los días. Los amigos tampoco se olvidaban de ese hombre que había sido un tipazo para todos. Solían cenar en “noche de varones” con Carlos Olivieri, Matías Satoianni, Diego Pérez, Marcelo de Bellis, Carna Crivelli, Fabio Cuggini y Javier Faroni, el productor teatral. Con Faroni construyeron un vínculo entrañable e indestructible. Se conocieron en la puerta del Teatro Provincial de Mar del Plata. Josefina, la abuela del productor, era fanática del actor pero no tenían plata para ver la obra que protagonizaba. “Bueno, vengan esta noche que yo invito”, les contestó Carlín.
La nona se sentó en una butaca pero el nieto pidió ver la obra “desde atrás”, y el actor accedió. A partir de ese momento comenzó una relación que se transformó en hermandad. Faroni pasó de ser “el che pibe” a ser imprescindible en la vida de Calvo. En el medio hubo una pelea pero cuando en 1999 el actor sufrió el primer ACV se reencontraron y no se separaron más. Faroni demostró lo que es ser un amigo de fierro, lo acompañaba al teatro, le organizaba pequeñas salidas y lo protegió de cierta prensa que desdibuja los límites entre carroña y respeto. Cuando a su hermano del alma o a su ex mujer alguien les preguntaba cómo hacían para mantenerse firmes junto a Carlín pese a tantos pesares, contestaban sin dudar: “Si hubiese sido al revés, él hubiera actuado de la misma manera”.
Rodeado del incondicional apoyo de sus amigos, del afecto de su ex mujer pero sobre todo del amor de sus hijos Facundo y Abril, los días del actor que convocaba multitudes transcurrieron sin darse por vencido. Jamás abandonó sus tratamientos, en la medida de sus posibilidades iba a ver a su hijo jugar al fútbol y nunca se perdía un partido televisado de Boca. Cada vez que salía de su casa se encontraba con el cariño sincero y el apoyo de la gente que le gritaba “vamos, Carlín” o alguno de sus latiguillos.
El 21 de febrero de este año, Carlín cumplió 66 años y su hijo le dedicó un emotivo saludo desde su cuenta de Instagram. “Feliz cumpleaños a vos, papoto. Te amo mucho. Gracias por seguir luchando siempre por nosotros y agradezco cada momento que puedo compartir con vos y soy feliz de tenerte acá conmigo. Sos mi ídolo pa. ¡Te amo!”.
Después de pelearla mucho y durante mucho tiempo finalmente el gran Carlín se despidió. Perteneció a ese grupo selecto de artistas amados por su público. Porque actores hay muchos pero los que logran quedar en el corazón de la gente son pocos y Carlos Andrés Calvo fue uno de ellos.