l capitán del seleccionado argentino, Lionel Messi, les pasó la orden a los restantes integrantes del plantel para que se retiraran del campo de juego del estadio Maracaná, a raíz de las agresiones sufridas por hinchas del equipo albiceleste de parte de los parciales locales primero y con mayor dureza de la policía local después.
Los incidentes habían comenzado una hora antes del horario previsto para el comienzo del encuentro (21.30), cuando hinchas locales quisieron despojar a los argentinos (no más de 200) de una bandera, pero recrudecieron con más violencia a la hora de ejecutarse los himnos de ambos países.
Todo se complicó aun más cuando intervino la policía local, quizá cargada aun por la multitudinaria visita a Río de Janeiro de los hinchas de Boca Juniors en ocasión de la final de la Copa Libertadores, que atacó duramente a ese pacífico grupo de argentinos entre los que se encontraban mujeres y niños.
Cuando esto último ocurrió el árbitro chileno Piero Maza estaba a punto de dar por comenzado el encuentro, pero entonces fue advertido por el capitán argentino, Lionel Messi, sobre lo que estaba sucediendo en una de las cabeceras del estadio.
No se quedó con eso el capitán argentino, sino que encabezó el traslado de sus compañeros (titulares y suplentes) hasta la zona del conflicto, con el objetivo de proteger a los hinchas propios.
Allí los jugadores se acercaron lo máximo posible a sus hinchas y se enfrentaron con la policía local, siendo el que llevó la batuta en estas acciones el arquero Emiliano Martínez, quien paró un «bastonazo» con sus propias manos luego de saltar la valla que separaba a los aficionados del campo de juego.
Las discusiones se extendieron por más de 10 minutos, al cabo de los cuales a Messi se lo vio decir «nos vamos», y todos acataron su orden y se metieron en los vestuarios, en una muestra de protesta por la represión policial que puso en vilo la realización del encuentro.
Recién después de muchos conciliábulos y la confirmación que llegó al vestuario de que los problemas con los hinchas argentinos se habían calmado, algo que informaron las autoridades de la Conmebol que tomaron cartas en el asunto, el capitán Messi les indicó a sus compañeros que era hora de volver al campo para jugar el partido.
El encuentro estuvo demorado entonces 28 minutos, quedó a punto de suspenderse tal como sucediera, aunque por otras razones pero de manera no menos escandalosa, en las Eliminatorias para Qatar 2022, aunque en aquella oportunidad en el Arena Corinthians, de San Pablo. Un encuentro que nunca más se volvió a jugar.
En aquella oportunidad Brasil y Argentina se enfrentaban en territorio paulista pero el partido duró apenas cinco minutos, en época de pospandemia de coronavirus, y los 85 restantes nunca más se disputaron, porque el cotejo quedó «nulo», ya que a ninguno de los dos les hacían faltan puntos para clasificarse al Mundial de Qatar.
Esta inédita resolución dejó entonces a las Eliminatorias para el Mundial qatarí con dos seleccionados habiendo jugado un partido menos que los ocho restantes sudamericanos, y esto aceptado reglamentariamente por las autoridades. Y esos dos equipos fueron nada menos que el más ganador en la historia de los mundiales y el vigente campeón del mundo.
Lo que ocurrió, no lo que debía ocurrir, que era jugarse un partido de fútbol durante 90 minutos, tuvo lugar el 5 de septiembre de 2021 en el estadio Arena Corinthians del club de San Pablo, cuando a Brasil todavía lo dirigía Tite.
La delegación argentina llegó sin inconvenientes a Brasil y se pudo entrenar como estaba previsto, pero había algo dando vueltas desde el principio que tenía que ver con el ingreso al país de personas que hubiesen estado en Gran Bretaña durante al menos las dos semanas anteriores a hacerlo.
Como Argentina tenía a cuatro jugadores en esa condición, los marplatenses Emiliano Martínez y Buendía, de Aston Villa, más Cristian Romero y Giovani Lo Celso, en Tottenham Hotspur, la AFA recibió una planilla de la Conmebol para habilitar a que todos ellos tuvieran un tratamiento de excepcionalidad para cumplir con la cuarentena exigida a quienes justamente llegaban como ellos desde Inglaterra.
Pero la respuesta a esta petición de parte de ANViSa, el ente autárquico brasileño que por ello es independiente del Gobierno nacional, fue negativa, por lo que los cuatro futbolistas argentinos debían cumplir con los requisitos exigidos de realizar la cuarentena y abandonar territorio brasileño.
Pero nada de esto ocurrió porque la Conmebol autorizó igualmente la realización del encuentro que por entonces era formalmente «a puertas cerradas».
Cuando se estaba jugando el quinto minuto del primer tiempo ingresó al terreno de juego un funcionario de ANViSa respaldado por la Policía Federal brasileña e interrumpió el desarrollo del encuentro.
Las autoridades sanitarias y de seguridad le habían solicitado al cuarto árbitro, el colombiano Carlos Betancur, que detuviera el encuentro, pero como este se negó, lo interrumpieron ellos, lo que derivó en largos cabildeos de los que formaron parte desde Tité y Lionel Scaloni hasta los propios Lionel Messi y Neymar.
Pero todos los intentos por continuar fueron inútiles; el partido nunca continuó, a los cuatro jugadores argentinos les aplicaron dos fechas de suspensión por «desobediencia», la AFA debió oblar una multa de 270.000 dólares, y por eso mañana Argentina volverá a visitar a Brasil por Eliminatorias ocho años después, con un inédito espacio en blanco en el medio.
Este martes la historia, más de tres años después, estuvo a punto de repetirse, como una maldición que persigue a estos superclásicos sudamericanos por Eliminatorias, ya que en la Copa América que se definió el 10 de julio de aquel año en este mismo Maracaná no registró inconvenientes y los del capitán Messi, hoy más capitán que nunca, para compañeros y también para hinchas, salieron campeones.
A lo mejor sucedió así porque esa final de Copa América, raíz de la pandemia de Covid-19, se jugó prácticamente a puertas cerradas.