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Hija de do Nacimento: “Entiendo a mi mamá, mi papá era un monstruo

El jueves se reanuda el debate oral y público en Oberá por la muerte de Hugo Do Nacimento

Los acusados se abstuvieron de declarar en el inicio del juicio. Foto: Cristian Valdez

Todo es dolor en esta historia. Años de callar violencia y abusos, secuelas irreparables, un crimen atroz y una condena que parece irreversible. Una víctima central, Hugo Do Nacimento (42), cuyo cadáver fue hallado en el arroyo Yabebiry y las pruebas indican que fue asesinado; pero también hay otras víctimas que pidieron contar su versión de los hechos precedentes al fatal desenlace.

Según se determinó en la instrucción del caso, el 16 de septiembre de 2019 Do Nacimento fue envenado por su ex concubina Raquel Aurora Ramírez (46) en complicidad con Ernesto Roberto Frank (70), alias Nene.

Los homicidas le habrían colocado alguna sustancia en el mate, aunque eso no lo mató, sino que lo dejó indefenso. Luego lo trasladaron y lo arrojaron en un sector del arroyo Yabebiry.

La autopsia determinó que la víctima falleció por asfixia por inmersión, es decir que seguía vivo cuando lo tiraron al agua.

“Sabemos que está mal lo que hizo mi mamá y que será condenada, aunque la Justicia debería tener en cuenta varias cosas. Entendemos que Do Nacimento ya no puede defenderse, pero nosotras lo denunciamos cuando estaba vivo y la Justicia no hizo mucho. Y si mi mamá no hubiera hecho lo que hizo, Do Nacimento nos hubiera hecho daño otra vez. No la justificamos, pero como madres que somos, la entendemos”, reflexionó S. M. (31).

La mujer habló en plural conteniendo a C. D. N. (20), su hermana por parte de madre.

Ramírez tuvo seis hijos, S. M. fue fruto de una relación previa, mientras que los restantes cinco son hijos de Do Nacimento.

“Mi papá era un monstruo y yo haría lo mismo que mi mamá hizo con él”, aseguró C. D. N.

El infierno

En la primera jornada del juicio oral contra Ramírez y Frank, la hija mayor de la mujer brindó un conmovedor testimonio donde relató la confesión de su madre con los detalles del homicidio y el argumento que expuso para justificar el crimen.

También aseguró que fue víctima de abuso sexual por parte de su padrastro, aunque nunca presentó una acusación formal. Pero quien sí lo denunció fue su hija C. D. N., hecho por el que antes de ser asesinado estuvo preso.

“Todo empezó cuando vivíamos en Ameghino, yo tenía 12 o 13 años y él me manoseaba. Yo le reprochaba por qué no ponía puertas en las piezas, pero siempre tenía una excusa. Él venía a mi pieza y abusaba de mí”, contó la joven.

Producto del horror que padeció desde la más tierna edad, apenas pudo C. D. N. salió de su casa y se mudó a Brasil, donde reside con su esposo y su pequeña hija. La semana pasada llegó a Oberá para asistir al juicio contra su mamá y quien al momento del hecho era la pareja.

El viernes, tras la postergación de la segunda audiencia (que pasó para el jueves) la hija de Ramírez se acercó al cronista de El Territorio y solicitó contar su historia.

“Una vez, jugando en una casita en un árbol, se me cayó una tabla y le pegó en la cabeza a mi hermanito. Él estuvo mal, yo me se sentía culpable y me apegué mucho a él. ¿Puede creer que mi papá aprovechó eso para violarme y me decía que si yo contaba algo, le mataba a mi hermanito? En esa época empecé a cortarme los brazos y me escapaba para no estar en casa”, rememoró entre lágrimas.

Contó que odiaba a su mamá porque sentía que no la protegía, pero tampoco le decía nada por temor a represalias de su padre.

Secuelas

 En ese entonces se mudó con su hermana mayor, a quien tampoco le contó de los abusos sufridos.

“Lo único que le pedía por favor para dormir con la luz encendida porque tenía miedo. En realidad, hasta el día de hoy para mantener relaciones con mi marido tengo que dejar la luz encendida”, reconoció.

A su lado, S. M. precisó que “se cortaba con lo que encontraba. Con mi marido estábamos desesperados porque algo le pasaba. Estaba llamando la atención, pero no le podíamos sacar información. Por tantas veces que se cortó la tuvimos que internar y el papá nunca fue a verla”.

Tiempo después sus padres se mudaron a Brasil y C. D. N. fue con ellos, ya que era menor.

“Allá también me violaba y estuvo preso porque le pegó a mi mamá. La vida con ellos siempre fue un infierno y crecimos con violencia. En Brasil empecé a drogarme para evadirme de lo que pasaba en mi casa”, reconoció.

De regreso en Argentina, ya con 15 años, la joven no aguantaba más y, en primera instancia, le contó a su cuñado lo que su padre le hacía.

Al respecto, la hermana mayor recordó que “un día mi marido me dijo que me tenían que contar algo, y cuando me contaron, me quise morir. Me sentí culpable porque pasé por lo mismo y no pude salvar a mi hermana”.

Semanas antes, Ramírez había denunciado a Do Nacimento por violencia y contaba con el botón antipánico. A pesar de ello, el hombre se acercó y la golpeó, aunque la mujer logró activar el botón y la Policía detuvo al agresor.

“Eso nos animó a denunciar, porque sabíamos que estaba preso y no nos iba hacer nada. Yo también lo quise denunciar, pero en la Comisaría de la Mujer me dijeron que lo que me hizo a mí ya había prescripto”, indicó S. M.

“Era un loco”

Lo que siguió tampoco colaboró mucho en la búsqueda de justicia y menos en la contención de la víctima.

“La única vez que fui al juzgado había tres hombres, uno creo que era el abogado de mi papá, y en un momento uno me dio una regla para le diga cuántos centímetros medía el miembro de mi papá. Ahí no pude hablar más, me puse a llorar y salí. Nunca me enteré en qué quedó mi denuncia”, remarcó.

Al respecto, en la primera jornada del juicio, por secretaría se confirmó que en abril de 2019 Do Nacimento fue sobreseído de la citada causa que se caratuló como abuso simple.

“Yo no entiendo mucho, pero me explicaron que abuso simple son manoseos, pero mi papá me hizo mucho más que eso. A mí ni me dejaron contar lo que me hizo, no me escucharon. Por ahí, si en su momento la Justicia hubiera tomando en serio mi denuncia, mi papá estaría pagando lo que hizo y también estaría vivo”, opinó.

Contrario a ello, apenas se enteró de que su progenitor recuperó la libertad, C. D. N. se mudó a Brasil, donde reside.

Para graficar quién era su padre, mencionó que “con 11 años él me dio un cigarrillo, empecé a fumar y me pegó en la boca. Era un loco. Nunca fue un padre de verdad. Sólo me hizo daño”.

Y aseguró: “Ahora que soy madre le entiendo a mi mamá. Ella contó que él salió de la cárcel y juró vengarse de mí y de S. porque lo denunciamos, y era capaz de cualquier cosa. Por eso, yo haría lo mismo que hizo mi mamá. Ni lo dudo”.

Asimismo, lamentó que Ramírez no pueda ver a sus hijos varones, de 18 y 10 años, quienes están a cargo de otra hermana de 23.

“Mi mamá llora porque no puede ver a los chicos, siendo que tiene ese derecho y ellos también la quieren ver”, remarcó. 

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