Diez años y ocho meses transcurrieron entre el homicidio de Hugo Miguel Wasyluk (38) y la sentencia de la víspera, instancia en la que el Tribunal Penal Uno de Oberá condenó a tres ex policías a la pena de prisión perpetua como coautores del delito de tortura seguida de muerte.
“Pasó mucho tiempo, demasiado, pero estoy conforme porque la Justicia habló y los culpables van a pagar. Ahora Hugo va poder descansar en paz”, reflexionó emocionada doña Bárbara Chitouski (83) tras la sentencia.
Bañada en lágrimas y rodeada por sus afectos, la madre de la víctima tuvo fuerzas para contar sus sensaciones y hacer un ruego: “Para mí fue un sufrimiento estar acá y escuchar de las torturas y que mi hijo pedía por mí. Ahora lo único que pido, por favor, es que ninguna madre tenga que pasar lo mismo que yo. Los policías nos tienen que cuidar, no matar”.
La máxima pena alcanzó al ex sargento Pedro De Mattos, el ex cabo Carlos Antonio Gómez y el ex agente Ricardo Javier Rodríguez, condenados a la pena de prisión perpetua, es decir que deberán cumplir 35 años de cárcel.
Para el Tribunal Penal integrado por Francisco Aguirre, José Pablo Rivero y Jorge Villalba, los tres ex policías de la Comisaría de Villa Bonita fueron quienes torturaron a Wasyluk y le produjeron las lesiones que le costaron la vida.
Los oficiales Jorge Antonio Heijo y Wilson Ricardo González, quienes completaron la comisión que detuvo a la víctima, fueron condenados a 8 y 5 años de prisión, respectivamente, por no evitar la tortura -siendo competentes para ello- y encubrimiento. Además, les impusieron la inhabilitación perpetua para desempeñarse en cargos públicos y para tener o portar armas de todo tipo.
Asimismo, el fallo hizo lugar a la acción civil contra el estado a favor de los padres y el hijo de Wasyluk.
Siete absueltos
Las condenas impuestas a los cinco ex policías de Villa Bonita, responsables de la detención de Wasyluk la noche del 25 de abril de 2011, coincidieron con lo que oportunamente solicitaron los fiscales Myriam Silke y Elías Bys, como también los querellantes particulares Rafael Pereyra Pigerl y María Vannela Vignolles, en representación de la madre y el hijo de la víctima.
En cambio, el criterio del Tribunal fue diferente respecto a las responsabilidades de quienes prestaban servicio en la Seccional Primera de Oberá, en cuyas celdas Wasyluk fue hallado muerto en los primeros minutos del 27 de abril de 2011.
Para la fiscalía y la querella el jefe de la citada dependencia y subalternos minimizaron el cuadro del detenido y se desentendieron de sus pedidos de auxilio durante las 27 horas que agonizó en el lugar. Por ello habían solicitado penas de prisión.
De todas formas, el comisario mayor retirado Miguel Ángel Espíndola -quien era el jefe de la Primera- y sus subalternos Carlos Ariel Lentini, Hugo Ariel Basaraba, Roxana Andrea Harasimezuk, Alejandro Fabián Núñez, Luis Alberto Silva y Gustavo Javier Fontana fueron beneficiados por aplicación del “In dubio pro reo” o beneficio de la duda, por lo que resultaron absueltos del delito de incumplimiento de los deberes de funcionario público.
Con relación al médico policial José Orlando Morales (ya retirado), para quien las partes acusatorias pidieron la máxima multa e inhabilitación, el Tribunal declaró extinguida la acción penal por prescripción.
En síntesis, que la instancia de juicio oral se haya demorado más de una década terminó favoreciendo a Morales.
La máxima pena
Antes de escuchar el fallo todos los imputados tuvieron la posibilidad de dirigirse brevemente al Tribunal Penal.
“Soy inocente”, dijo de Mattos, que lejos estuvo de ostentar la postura desafiante que mostró en las primeras jornadas del debate, al punto que luego pidió disculpas por sonreírse cuando declaraba un testigo.
Rodríguez insistió: “No toqué nunca a Wasyluk”, reiterando el argumento que expresó al declarar, ocasión en la que rectificó lo que dijo en la instrucción, cuando acusó a De Mattos y Gómez de golpear a la víctima, autolesionarse con un cuchillo para justificar el uso de la fuerza y amenazarlo para que no cuente lo que había visto.
Pero una vez en el debate, Rodríguez se apegó al plan de la defensa conjunta de los cinco de Villa Bonita, cambió su versión y aseguró que nadie golpeó a la víctima, salvo De Mattos que le propinó dos bastonazos en las piernas. Sin dudas, estrategia que no lo benefició en absoluto.
Por último, al dirigirse por última vez al Tribunal, el imputado Gómez reiteró su inocencia y agregó: “No tenemos la culpa de que el señor se haya muerto”.
De los tres condenados a prisión perpetua, fue Gómez quien más explicitó su malestar y lo hizo llorando desde que le colocaron las esposas hasta que fue ubicado en un vehículo del Servicio Penitenciario Provincial (SPP).
Incluso, mientras abandonaba el recinto se dirigió con insultos a la familia de la víctima.
Tal lo dispuesto en la sentencia, los cinco condenados deberán cumplir la cuarentena preventiva de Covid-19 en la Unidad Penal VIII de Cerro Azul, tras lo cual serán alojados en la cárcel de Loreto, dependencia que dispone de un pabellón exclusivo para ex policías.
El operativo de detención y traslado fue impecable y estuvo a cargo del Grupo de Intervención Especial Penitenciario (GIEP), supervisado por el propio jefe del SPP, Manuel Dutto.
La voz de los hermanos
Tras la sentencia, los hermanos de Hugo Wasyluk, Carlos y Jorge, charlaron con El Territorio y comentaron sus sensaciones.
“La verdad que no hay nada que festejar porque nuestra familia perdió de la peor manera un hijo, un hermano, un padre. Hugo era un tipo especial, un nene grande, no tenía maldad. Acá primero lo quisieron pintar como un violento, pero en todo el juicio no hubo nadie que diga que era malo. Al contrario. Lo quisieron ensuciar y acá salió la verdad. Eso fue muy bueno, pero lo más importante es que se hizo Justicia”, subrayó Jorge.
Por su parte, Carlos remarcó “el compromiso de los fiscales y la querella que trabajaron con mucha seriedad, como también el Tribunal que dictó una sentencia contundente. Lo que le pasó a Hugo no puede pasar más. Ojalá que sirva para eso”.
Además ponderó la fortaleza de su madre, quien sólo faltó a una de las nueve audiencias, a pesar de sus problemas de salud.
“Vivo en Buenos Aires y vine para el juicio. La semana pasada estuve en el cementerio visitando a mi hermano y faltaba algo. Ese algo era esta sentencia. Ahora no me caben dudas de que descansa en paz”, agregó quebrado por la emoción.
Más allá de contener a su madre, Jorge y Carlos también acompañaron a Lucas Wasyluk (20), el hijo de la víctima, quien se mostró muy afectado durante el desarrollo del debate y la sentencia.
Acusación fiscal
Tal como se ventiló en el debate oral, Hugo Miguel Wasyluk fue reducido, esposado y torturado por tres efectivos de la Policía de Misiones que prestaban servicio en la Comisaría de Villa Bonita, en complicidad con dos superiores que participaron del operativo y no hicieron nada para evitar los abusos.
En su alegato, la fiscal Silke mencionó que el 25 de abril de 2011 Ana Wasyluk se presentó en la Comisaría de Villa Bonita porque tuvo un altercado con su hermano y solicitó ayuda, tras lo cual De Mattos organizó una comisión de cinco policías para detenerlo. Incluso llamó a Gómez y Rodríguez que estaban de franco.
“Fueron con las luces del móvil apagadas, los mismos policías lo reconocieron acá. El testigo Cristian Mojsiuk dijo que llegaron sin balizas ni sirena, que él tampoco se dio cuenta que eran policías”, precisó.
Y citó: “De Mattos dijo algo muy interesante: ‘Las detenciones en nuestra zona no son formales. Las personas saben que la Policía llega y procede’. De Mattos manejaba y golpeó a Wasyluk con la puerta; él y Gómez bajaron con bastones y le asestaron varios golpes”.
Calificó como magistral el detalle de la autopsia realizado por el forense Horacio Marín, quien dio cuenta de múltiples hematomas traumáticos romos en todo el cuerpo, producto de las “cachiporras”.
“Por la presión del peso de por lo menos dos personas le quedó calcado en el tórax el enrejado de la carrocería del móvil. Tenía desgarros internos que le produjeron sangrado en distintos tiempos (…) Los autores de los golpes fueron De Mattos, Gómez y Rodríguez. Heijo y González no hicieron absolutamente nada para evitar la tortura, siendo que estaban al mando. Tenían la obligación de parar los golpes y después hacer la denuncia”, remarcó Silke.
Prueba científica
En su alegato, el querellante Pereyra Pigerl subrayó que los tormentos padecidos por Wasyluk fueron los mismos efectuados por los grupos de tareas de la última dictadura militar.
También destacó la declaración del médico Lein Hung Kuo, quien la tarde del mismo 25 de abril atendió a la víctima por una consulta de rutina y no observó lesiones, lo que corrobora que falleció por las heridas que horas más tarde le produjeron los policías.
Tras detallar la secuencia de la detención, indicó que Wasyluk fue trasladado a la comisaría local “para ver qué hacían (…) En el patio de la comisaría lo tiraron esposado de la camioneta al suelo, cobardes. Una caída que sonó como una bolsa de papas, según el testigo Neris. En el corredor siguieron torturándolo”.
También mencionó que no hay certezas que la notificación del motivo de detención haya sido firmada por Wasyluk, pero sí firmó Berley, la esposa de De Mattos.
“Acá percibimos que todos los testigos tuvieron miedo, civiles y policías. A pesar de eso, Neris contó cómo Hugo fue apaleado, pisoteado y pedía por favor que paren. Cuando vieron que la tortura fue en exceso decidieron deshacerse del detenido (…) Trucharon un expediente por resistencia para justificar los terribles actos de tortura que cometieron contra Hugo”, remarcó.
En este punto, indicó que ni los testigos ni cuatro de los cinco policías que lo detuvieron vieron el cuchillo que supuestamente tenía Wasyluk “porque el cuchillo nunca existió, salvo en el sumario trucho”, opinó.
Detalló que De Mattos y Gómez lo golpearon a la víctima con tonfa y bastón de goma, y el enrejado que quedó grabado en su pecho es el calco del piso del móvil de Villa Bonita, tal como expresó el forense Marín.
“La prueba científica es el ADN de todo lo que sufrió Hugo Wasyluk”, explicó el querellante.